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Hace unos años, ayudé a dirigir la música en el velorio del papá de un amigo de la iglesia. Estuvimos unas horas tocando y cantando himnos en la presencia del cuerpo de este ser querido. Había un tono solemne esa noche, de tristeza e incertidumbre, pero nuestras canciones no representaban la misma lamentación. Nunca encontramos una alabanza apropiada (en música y letra) para ese momento en el himnario. Fue cuando me di cuenta de que necesitamos más canciones de lamentación. Siempre para el cristiano el lamento viene con un rayo de esperanza–pero aún es lamento.
Juán Calvino dijo que el libro de los Salmos es una ¨anatomía del alma¨ precisamente porque en el vienen representados todos los sentimientos del ser humano. Hay alegría, esperanza, tristeza, enojo, duda, frustración y lamento. ¿Nuestros servicios incluyen todas estas emociones? El cantar los Salmos nos puede ayudar a mantener este equilibrio de emoción.
En el Salmo 51, vemos a David clamando a Dios con arrepentimiento. Escribió este lamento justo después de cometer adulterio y asesinato. ¿Se siente la desesperación de David en su canción, verdad? Sabe que es solamente Dios quien puede proveer pureza y renovación donde David ha sembrado pecado y muerte. En este caso, el lamento no es por un padre fallecido sino que es una confesión de rebeldía.
Me gusta esta versión musical de este Salmo, titulado ¨Salmo 51 (Compadécete de mí),» porque encapsula en música y palabra el tono del lamento de David. Expresa la profundidad de rebelión y pecado que hay en el hombre pero no se acaba ahí. Cantándola, confesamos con el salmista que sólo Dios puede hacer puro de nuevo el impuro. Sólo Dios da esperanza al corazón roto. Sólo Dios viene a darnos buenas nuevas en nuestra lamentación.
Para un discurso más amplio del lugar del lamento en nuestra adoración, lee el artículo ¨Trayendo nuestro dolor a Dios.¨