Escrito por Steve y Joan Huyser-Honig
Traducido por Lizbeth Olvera
Publicado por Calvin Institute of Christian Worship (El Instituto Calvino de
Alabanza Cristiana) http://worship.calvin.edu/
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“Fuimos creados para vivir con Dios en un jardín, sin embargo cada mañana nos levantamos en el desierto de un mundo caído”, dice Michael Card, un cantante, autor y locutor de radio de Tennessee.
Las experiencias de la universidad lo sumergieron en la desconexión entre lo que los cristianos son y lo que anhelan ser. Divorcios en la familia, muertes y el suceso del 11 de septiembre condujeron a Michael Card a escribir y cantar acerca de la lamentación.
Él dice que traer el dolor y sufrimiento en adoración a Dios, debe empezar con la predicación de la palabra. Esta adoración funciona sólo en comunidad, nunca en aislamiento. La lamentación genuina en la adoración frecuentemente lleva a un sentido de sanidad de la presencia de Dios.
Card y Calvin Seerveld exploraron la lamentación juntos en un simposio de adoración, el cual atendió Kees van Setten, quien compartió su ministerio de lamentación en la música y reconciliación entre judíos y cristianos.
Predicando lamentación
Pensemos en la lamentación como en un ingrediente esencial de honesta fe. Es el sentimiento profundo de que algo está mal, ya sea con uno mismo o con el mundo. Card dice que experimentó la lamentación bíblica en adoración, incluso años antes de haber usado la palabra lamentación.
Estaba en la universidad, estudiando Cristo, el Centro (Christ the Center), de Dietrich Bonhoeffer, con sus amigos bajo el mentorado del pastor de
una congregación presbiteriana en la comunidad afroamericana. Card recuerda un sermón en el que su mentor leyó una lista de pecados que le sonaron incómodamente familiares.
“Yo había estado muy orgulloso del hecho de que no había roto ciertos mandamientos. Nuestro pastor nos quitó esa idea de algún modo. Él nos hizo sentir el peso del pecado y sin esperanza. Él dijo, si eres culpable de este o aquel pecado, entonces esta mesa de la comunión es para ti. Hubo un gran suspiro en la congregación. La gente se apresuró a la mesa. El pastor nos hizo darnos cuenta de que no teníamos absolutamente ningún derecho a acercarnos a esa mesa. Aún así, Jesús nos dice «ven»”, dice Card.
Esa experinecia de contrición y anhelo de gracia fue, para Card, un “momento transformador.” Lo llevó a escribir la canción “Ven a la mesa” (“Come to the table”).
“Y empezó por la predicación de la palabra. Realmente creo que la música se crea mejor cuando es en respuesta a la Palabra, y más frecuentemente cuando es en respuesta a la predicación de la palabra,” dice.
Aunque crear música en respuesta a la biblia o un sermón es mejor, Card frecuentemente no ve “ninguna conexión en absoluto, ni aún temáticamente”, entre la adoración del servicio y la Escritura o sermón. Es por eso que ayudó a crear www.byfor.org, un sitio en línea para crear y compartir “arte de adoración sagrada por la iglesia y para la iglesia”
Lamento Sagrado
La lamentación es mucho más que sentirse mal por haber pecado. Acompasa dolor, confusión, enojo, traición, desesperanza e injusticia. Va más allá de las relaciones personales al considerar como la creación clama por ser restaurada a Dios.
“Jesús entendió que la lamentación era la única respuesta de la fe al quebrantamiento y caída del mundo. Provee el único puente confiable a Dios a través del profundo terremoto de nuestras vidas,” Card escribe en Lamento Sagrado: Acercándose a Dios en el Lenguaje Perdido de la Lamentación (A Sacred Sorrow).
Como Card, tú podrás recordar ciertos funerales, ya sea como tristes o brillantes ejemplos de lamentación. El funeral de un pariente, a quien Card describe como un doctor brillante, aún rechina. “Fue todo triunfal. Secaban las lágrimas, aún antes de tener tiempo de llorar. No había oportunidad de meditar sobre esta realidad fundamental de que es un mundo caído y la gente se enferma y muere –y eso duele,” dice.
Card cree que las Iglesias están “avergonzadas, casi en pánico, que hay situaciones a las que no tienen respuesta. Queremos presentar a Jesús como el hombre de las respuestas, y no queremos que se vea mal. Y, si esa es tu teología, Jesús se puede ver muy mal en los funerales.” En contraste, él recuerda el funeral de una niña de seis años que murió por un conductor ebrio. Aunque no mucha gente la había conocido bien, hubo una gran audiencia en su Iglesia Bautista Misionera. “Fue tan trágico que nadie trató de remediarlo. La mejor respuesta que tuvimos fue asistir. Esa es una gran parte de la lamentación como iglesia, juntos –básicamente asistir,” Dice Card.
En una reunión reciente sobre la lamentación en adoración, el citó de su libro La Cara Oculta de Dios: Encontrando la Puerta Perdida a el Padre a través de la Lamentación (The Hidden Face of God). Card dijo que ha llegado a “creer, confiar y esperar que las lágrimas de lamentación son la puerta faltante, el camino a una experiencia con un Dios cuya profunda compasión jamás hemos imaginado.”
Sufrimiento Redentor
En un domingo dado, puedes llegar a la iglesia feliz, enojado o triste. Probablemente estés adorando con gente que se esfuerza por contar sus bendiciones. Mientras tanto, es cierto que en algún lugar del mundo, los hijos de Dios padecen hambre, caen enfermos, son perseguidos, o se denuncian unos a otro desde sus púlpitos.
Aún así, toma coraje y fe moverse del acuerdo conceptual de que la lamentación pertenece a la adoración, a realmente clamar con compañeros creyentes. “Tenemos miedo del dolor de otra gente. Como los amigos de Job, tenemos miedo cuando nos faltan respuestas. Job no obtiene respuestas a su sufrimiento, pero obtiene a Dios,” dice Card.
Frecuentemente usa la palabra del hebreo ¨hesed¨ para explicar cómo entrar al dolor de otros puede traernos a un sentimiento compartido del amor y presencia infalibles de Dios. La adoración, alabanzas, oraciones, liturgias, sermones, visiones y testimonios puede dejar lugar para admitir imperfección y llorar con aquellos que lloran. Tal adoración nos permite arrojar nuestras máscaras y sumergirnos en la compasión de Dios.
En el Simposio de Adoración de Calvin del 2008, Calvin Seerveld explicó que la lamentación bíblica es tomar las Escrituras y tratar de escucharlas para nuestras vidas. “Algunas personas que han sufrido abuso, pueden no ser capaces de reconciliarse o perdonar en esta vida. Pero pueden pedir a Dios que lleve su dolor a un contexto más amplio para ayudar a alguien más,” dice Seerveld.
Card respondió, “Yo llamo a eso sufrimiento redentor. La lamentación no se trata de psicología, sobre quitarte peso de encima. Es sobre una adoración verdadera –ofreciendo como sacrificio tu quebrantamiento y dolor a Dios”. De hecho, él ve la lamentación bíblica como el único modo de “alcanzar al pobre, de quien Jesús nos dijo, debía ser nuestra preocupación central”.
Calvin Seerveld, sobre construir un vocabulario de adoración de
lamentación
Ponte en sus zapatos. Los padres a lo largo del pasillo de la iglesia no tuvieron nada qué decir cuando los reporteros aparecieron a la puerta. Otros miembros de la iglesia tenían mucho qué decir (aunque no a esos padres) sobre su hijo que murió en un trato de drogas que salió de control.
Aún así, el culto de adoración procede como siempre con una adoración de veinte minutos y un conmovedor sermón. Y no tienes idea de cómo mostrar solidaridad con cristianos que se sienten solos en su dolor.
Es una situación confusa –variaciones que afligen cada vida e iglesia. Y eso explica por qué Calvin Seerveld, cada que puede, impulsa a los adoradores a construir un vocabulario escritural de lamentación. Cuando se ofrece en genuina humildad y confianza, la lamentación en adoración no necesita ser la última palabra.
Construyendo un glosario de salmos
Como anciano de la iglesia, haciendo visitas a domicilio, Seerveld conoció, frecuentemente problemas personales. Su larga carrera académica incluye enseñanza de filosofía y estética, traducción de las Escrituras, escritura de libros y canciones y dirección de talleres de adoración. “Mi pregunta ha sido, en lugar de hablar o murmurar sobre aquellos con los que adoramos, ¿podríamos mejor cantar sobre ello?” dice Seerveld.
Hace más de veinte años, escribió “Un Lamento Congregacional,” un himno que abre con la línea “¿Por qué Señor, el mal parece prevalecer?” Está basado en la melodía Ginebra para el Salmo 51, e incluye versos que hacen referencia a la cautividad, enfermedad, divorcio, muerte prematura y otras heridas profundas.
Después del 11 de septiembre del 2001, cuando los líderes de la iglesia en Estados Unidos, sintieron que sería falso que el culto ignorara la tragedia, muchas congregaciones pidieron a Seerveld su consentimiento para usar la canción. “Necesitaban una canción que se equiparara al mal que los inundaba,” explicó en su ensayo, que se publicó en la revista Adoración Reformada (Reformed Worship), “El dolor es una grosería” (“Pain Is a Four-Letter Word”).
Durante un taller sobre el lamento en la adoración hecho por Seerveld con el músico Michael Card, Seerveld dijo que toma una visión amplia para estar preparado para la lamentación en adoración. Un participante preguntó cómo pueden las Iglesias “abrir la adoración a una lamentación genuina, sin convertirla en tan sólo otro punto de la agenda.”
Seerveld sugirió, “Desarrollen un amor existencial hacia los salmos de Dios, para que los pastores, ancianos de la iglesia, músicos y toda la gente lleguen a amar y vivir entre los salmos. Los mejores salmos para empezar son: 13, 22, 39, 51, 56 y 92. Construyan un glosario de salmos preferidos. No necesariamente deben ser los mismos para cada iglesia. Dejen que sean parte de su vocabulario de adoración para que los tengan a la mano para ser leídos o cantados cuando, repentinamente, ocurra una tragedia inesperada o un soldado regrese a casa en una bolsa de plástico.”
“Si la gente empezara a cantar salmos completos –no solo fragmentos– eso nos cambiaría. No es necesario ir por todos los versos del Salmo 119 en un domingo, pero se puede hacer un canto por semana,” dijo.
Construir una biblioteca de salmos congregacionales puede incluir:
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• Leer salmos al unísono, en respuesta o escuchar una lectura, tal vez de Salmos Articulados de Dios (Voicing God’s Psalms) de Seerveld
• Buscar o componer melodías aptas para dolor y resentimiento.
• Escoger himnos para coros como “La Lamentación de David” (“David’s Lamentation”) de William Billings.
• Cantar canciones desoladoras a capella o acompañadas por una sola flauta o un saxofón.
• Predicar sobre salmos imprecatorios para que las congregaciones entiendan los pasajes difíciles (ex. Salmo 137:7 sobre estrellar a los pequeños contra las rocas es una suplicación a Dios pidiéndole que acabe con el mal sistémico porque nosotros no tenemos ese poder).
• Incorporar rituales–de confesión, perdón, humildad, oración, comunión, pasar la paz, la lamentación durante Advenimiento y Viernes Santo–que ayuden a los adoradores a dar y recibir consuelo.
Genuina humildad y confianza
De todo lo que Seerveld ha pensado sobre lamentación, no siempre lo ha experimentado en adoración. Los recuerdos que aún le afectan incluyen testimonios escuchados en Iglesias afroamericanas, la comunión compartida con un pequeño círculo de cristianos Waldensienses en Roma y predicar en el funeral de un amigo más joven –alguien que años antes había prometido predicar en el funeral de Seerveld.
En aquel funeral, Seerveld trajo palabras de Salmos, 2 Reyes, y los Evangelios para preguntar por qué Dios dejó a su amigo sufrir tan doloroso cáncer… y cómo su amigo había viajado por la sombra de la muerte seguro de que el Buen Pastor no huiría.
“A veces voy a servicios que no se sienten como del mundo real. Necesitamos predicar lo que es real –el dominio de Dios– no lo religioso. La lamentación debe ser genuina, relevante, real a las circunstancias. Si no tienes lamentación en tu corazón publicano, entonces no lo hagas en tu discurso fariseo,” dice.
La lamentación genuina en adoración depende de la confianza. Las congregaciones están llenas de problemas, aún así “nadie quiere mostrarlos. La lamentación genuina desaparecerá hasta que haya una confianza cercana con Dios y hermanos en el Señor. Hay que ser vulnerable y el ambiente de las iglesias tiene que ser sensible (lo que significa que las personas acepten a otros que lloren sin sentir menosprecio) sin llegar a ser sentimental, pietista o superficial.
El lamento genuino también requiere humildad. Seerveld piensa que muchas veces es difícil para los Norteamericanos de clase media ser sensibles a la tristeza y dolor de los demás. La tentación está en ignorar “nuestra complicidad con el mal en la sociedad” y en relacionar a los elegidos de Dios con los EEUU, Canadá, o la nación de Israel.
Él anima a los líderes de alabanza a planear mensajes y música que “den una voz a las personas con discapacidad o a las mujeres silenciadas” y que eviten actuar como si “la iglesia o los EEUU fueran los centros de poder con todas las respuestas disponibles.”
Seerveld disfrutó especialmente las observaciones hechas en el simposio de Michael Card diciendo que el lamento es formado en el desierto y que los amigos de Job intentaron a hacerle hablar acerca de Dios en vez de entregarle a Dios en oración su debilidad y su queja.
¿Conduce el lamento a la adoración?
El lamento bíblico no es una queja que conduzca a ningún lado. Es el pueblo de Dios sembrando semillas en la tierra de la desesperanza, esperando al final la venida del Señor.
Seerveld interpreta a Walter Brueggeman y a Michael Card diciendo que el lamento bíblico sigue un patrón que termina con la adoración. Seerveld considera que el lamento y la adoración están entrelazados.
Como un ejemplo, recuerda haber servido como orador en una conferencia de organistas en Nueva York. Un organista católico romano interpretó Dies Irae (Día de Ira) en los pedales del órgano mientras se tocaba la melodía Ginebra del Salmo 51 en el teclado.
“Había gente de dos tradiciones, católica y protestante, y de todos los niveles sociales y culturales. Sentía de cierta manera que el pueblo de Dios, con todos nuestros pecados se acercaba diciendo, ‘’Señor, hay cosas terribles en este mundo que no deberían de estar pasando.’’ Sin embargo esta tremenda música de órgano nos movió tanto a la alabanza como al lamento,” dice Seerveld.
Reconocer musicalmente las fisuras en el cuerpo de Cristo dio a los fieles más gratitud por la gracia de Dios y el anhelo de que Cristo reconcilie a todo el cosmos.